Primeros Saltos

Compartir

Hoy desayunaré con Héctor y una amiga suya que también tiene algún tiempo viviendo en CDMX.

Se llama Karla, era cinco años más grande que yo, tenía una pequeña agencia de viajes, había llegado aquí para establecer su base. Ya está con miras de comprar su departamento. Me comentó mi amigo que sería genial poder platicar con ella, todos tenemos una historia que contar y aseguró que la suya me daría mucha fuerza y perspectiva. Karla llegó a las diez de la mañana, es una hermosa chica de cabello rizado, ojos enorme color café oscuro, tiene una energía increíble.

La charla tuvo muchos momentos muy emotivos, de repente, me sentí reflejada en ella, yo también había estado en una relación importante. Les compartiré algunas de las cosas que hablamos. Karla: “Primero llegué a la casa de mi novio, quien vivía con su abuela. Así como lo oyes”. Uno emprende la salida al mundo no solo de manera atropellada, en realidad nos encanta chocar contra el asfalto. “Doña Jose, tenía unos ochenta años, su mandil floreado parecía estar adherido a su cuerpo. Me recibió metida en sus enormes chanclas rosas. Fumaba dos cigarros por la mañana. Claramente no estaba preparada para esto, la segunda noche fuera de casa, lloré junto a Rodrigo, abrazándome a su espalda, mientras él permanecía en silencio.

Y no podemos culpar esas cosas, nadie está preparado para salir al mundo. La abuela estaba obsesionada con su casa en todos los sentidos, no paraba de decir que se le perdían cosas, hablaba sola por las noches, no habría importado siempre y cuando hubiera estado callada”. La vida adulta tarda en enseñarnos a soltar los vínculos cercanos, pensé mientras escuchaba a Karla. El primer barco no siempre arriba al mejor puerto. Karla: “Estaba loca de amor por Rodrigo, no encuentro otra razón para haberme metido en la cama donde creció junto con sus hermanos”. La palabra independiente conlleva un principio básico: aprender a soltar, para poder avanzar, anoté esto en mi libreta mientras la escuchaba atentamente.

Karla: “La última noche escribí una carta horrenda y lacrimosa pidiendo perdón a Doña Jose y a Rodri, y me salí. Tenía veintiún años, regresé a casa de mis padres, me planté con papá y le dije que viviría sola. Quédate, hija—me pidió, ya estuvo suave. Me quedé esa noche, todas mis emociones eran un torrente de olas enardecidas. En la madrugada, movida por un sueño, decidí salirme de aquí y regresar a la ciudad”. Las palabras de Karla resonaban en mi interior muy fuerte, su actitud frente a la vida después de las dificultades me movió las fibras. Me dio algunos consejos, el más importante sin duda fue persistir y no dejar de moverse.

Cuando se fue, me senté en mi computadora y escribí muy rápido lo que acababa de suceder. Estoy agradecida por la nueva experiencia que va teniendo lugar en mi vida, me siento más motivada, con muchas ganas de salir, caminar, aventurarme a conocer nuevos sitios. La vida adulta nos devela no sólo retos por venir, también se encarga, eso creo, de poder conectarnos con otras personas; me gusta pensar incluso, con un propósito clave: poder encontrar nuestro propio rumbo personal.

Vallejo

Esta tarde volví a salir de nuevo, la voz de Karla no dejaba de darme vueltas en la cabeza, imagino el miedo que tuvo al llegar por primera vez con su pareja. Pienso en ella mientras viajo en el subterráneo. Esta vez me bajé en metro Misterios, colonia Vallejo. Ubicada en la alcaldía Gustavo A. Madero. Es una colonia que muestra un comercio minorista, como se conoce. Hay diversos tipos de urbanización, se pueden ver diversas fachadas de casas que van desde lo barroco hasta el famoso estilo californiano.

Hay también espacios de oficinas y de vivienda, además de su centro cultural. Mantiene una ubicación céntrica con Av. Insurgentes Sur, Circuito Interior, Viaducto Río de la Piedad y Av. Río de los Remedios. Con rutas de autobús, Metrobús, trolebús y micromovilidad como bicicletas, monopatines y bicicletas eléctricas. Tal vez su referente más famoso, además de la Raza, sea Parque Vía Vallejo, un centro comercial en el corazón de Lindavista, hay múltiples y variados lugares de comercio, es también un punto importante si lo que se necesita es un espacio para comprar.

La lluvia se avecina, regresaré a casa para poder descansar de nuevo. Héctor me espera en su depa para cerrar el día con una cena de pasta y una copa de vino tinto. Aunque me siento cansada, la ciudad está siempre viva, despierta, abierta a la aventura.